sábado, 13 de diciembre de 2014

Gritos.

Hace meses que dejé de ser yo para ser un contenedor vacío de lo que fui. Eso me aterra. Mi cordura me está abandonando y las voces en mi cabeza no paran de gritar lo que desde un principio debí tomar como única opción.
Mi imaginación se encuentra extinta, estancada siempre en lo mismo. Es como ver la misma película una y otra vez.
Necesito...
No lo sé, no sé lo que necesito. Solo quiero que pare.
El frío es terrible. Mi cuerpo me duele a cada movimiento y me es imposible asimilar nada.
Debería dejarme de una vez. Quiero abandonarme por completo.
¿Qué tengo que hacer para estar mas sola que ahora?
Dejen su hipocresía, déjenme tranquila, dejen que me muera si es lo que me place.
No entiendo que enfermiza obsesión se tienen con mi vida como para no dejar que la extinga de una vez.
¿Es que no lo ven? Me duele, me duele tanto. Me duele respirar, cada exhalación me deja mas vacía por dentro y ya nada puede llenarme, ya nada puede curarme.
Estoy marchita y ellos lo saben. Lo saben. Lo saben. Sé que lo saben.
¿Hace cuanto que sentí algo mas que el vacío y el frío? Ya he olvidado lo que es el sentir.

Las pastillas se me han acabado. No sé cómo podré dormir ahora.

Punto muerto

Nuevamente estoy en esos momentos de la vida en la que me cuestiono si mi preocupación por los demás vale la pena. Creo que si hoy muriese no cambiaría absolutamente nada en la vida de nadie. El mundo no se detendría por mi, ni siquiera creo que el llanto dure demasiado.
Mi existencia no es mas que un capricho ajeno del cual no tengo control. Jamas he tenido control de mi vida.
¿Podré tenerlo sobre mi muerte?
Eso espero. El tiempo corre y sigo aquí, sin estarlo realmente.
Mi vida no es mas que un sinsentido en espiral rociada con un poco de felicidad desesperante y repugnante. No hago mas que seguir el pensamiento de personas que ni siquiera están aquí. Todos lo hacemos y...¿para qué? Yo no estoy bien con ello.